sábado, 27 de junio de 2009

Empresas disfuncionales

Por: Carlos Heeren Economista
SOCIO DE APOYO CONSULTORÍA.

Las empresas son como las familias: algo disfun-cionales. Todas. Unas más, otras menos; pero todas presentan algún grado de disfuncionalidad alrededor de la interacción y del comportamiento de sus miembros. No debería sorprendernos si decidimos juntar bajo un mismo techo a personas con expectativas, autopercepciones y prejuicios distintos. Además, al igual que en las familias, las que se ven a la distancia parecen más estables o equilibradas. Pero eso no es así, es solo el efecto de la distancia (algo así como las personas que tienen buen lejos).

Esta reflexión sobre la disfuncionalidad parte de mi experiencia al haber realizado distintos planeamientos estratégicos durante los últimos años (además de mi propia cosecha personal y empresarial). Como parte del proceso he tenido la suerte de conversar —en algunos casos, confesar— con un par de centenas de gerentes. Las quejas sobre feudos, falta de comunicación, inadecuado reconocimiento del esfuerzo y ausencia de un norte común son recurrentes. Los deseos de una realidad distinta (que muchas veces no logran ser explicados de una forma estructurada) afectan el espíritu de las personas y reducen la posibilidad de sumar esfuerzos en busca de los objetivos esperados. Desilusiones y resignación no son inusuales tampoco. Sin embargo, lo interesante es que todo lo mencionado previamente convive regularmente con esperanzas, orgullos e ilusiones. Y es esta mezcla la que conforma una organización empresarial.
Si aceptamos que en nuestra organización conviven sentimientos encontrados —una moneda de dos caras—, la pregunta clave es cómo lograr que los elementos positivos se sobrepongan a los negativos y, a partir de ello, se pueda construir un proyecto empresarial ganador. La psicología puede ser útil en la búsqueda de la respuesta. Una definición de “familia disfuncional” (no de las más duras, lo que va en línea con el uso que queremos darle a esta expresión) dice que es aquella en la que los conflictos crecen a medida que la comunicación cesa o desaparece. El primer factor decisivo en la búsqueda del éxito de un grupo de personas alrededor de un proyecto empresarial resulta ser la capacidad de convencer (no solo de hablar) al equipo sobre las potencialidades del grupo, la importancia del reto, la calidad del plan y el beneficio que reportará para cada uno de sus miembros.
El segundo factor, creo, es la capacidad de los principales líderes en la empresa. Un buen gerente es aquel que transforma este caos aparente del que hemos hablado en energía que favorece el crecimiento de la empresa, aquel que convierte las diferencias en oportunidades y que es capaz de darles un espacio a ideas y estilos distintos en la búsqueda de un objetivo común.
Estos dos factores serán críticos para alcanzar objetivos empresariales exitosos. Esperar que en la organización no se produzcan conflictos, a la vez que satisfacciones y largas conversaciones sobre esperanzas compartidas, resulta muy improbable. Utópico. Al igual que en las familias.

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