Chris Anderson publicará en julio de este año un libro sobre el tema titulado Gratis: pasado y futuro de un precio radical. El libro es la continuación de un artículo publicado por el autor en Wired el año pasado: ¡Gratis! Por qué el precio cero es el futuro de los negocios. Anderson, editor de Wired y ex periodista de Economist, publicó en 2006 el libro The Long Tail, en el que mostraba cómo empresas como Amazon.com y Netflix prosperaban mediante catálogos gigantescos de productos vendidos en pequeñas cantidades. En el actual clima de recesión, esas empresas son las pocas que tienen éxito.
Anderson no está solo en ese segmento llamado freeconomics. El inversor de riesgo Fred Wilson, de Union Square Ventures, popularizó el término freemium para describir un modelo emergente de negocio —bastante común en el sector de servicios online y de compañías de software— con el que se conquista usuarios masivamente a través de la oferta gratuita de productos y servicios. El usuario sólo pagará por ellos cuando opte por la versión ampliada. El objetivo de las empresas es sufragar con eso el uso gratuito de los productos y servicios.
Incluso las empresas que no están dispuestas a dar de forma gratuita sus productos podrán beneficiarse de que se comprendan cuáles son las fuerzas que hay detrás del freeconomics. Para eso, tendrán que reinventar los modelos antiguos de pago por la utilización de sus productos y servicios. El tecnólogo Jeff Jarvis, en su nuevo libro ¿Qué haría Google?, se pregunta si habría un modelo “gratis” de generación de ingresos para los fabricantes de coches. ¿Podrían adoptar el modelo de Google y distribuir gratuitamente coches patrocinados por publicidad? Si se acepta la idea de que el precio no necesita estar asociado al coste de producción y se empieza a pensar de manera creativa, surgirán nuevas posibilidades, incluso para productos no virtuales, observa Kevin Werbach, profesor de Estudios jurídicos y de ética en los negocios de Wharton. “No hay ninguna razón especial para que la gasolina no sea gratis, si el propietario del vehículo pagara una tasa anual por la utilización del coche”, dice Werbach. “De igual modo, no hay razón para que los coches tengan precios; bastaría que el conductor pagara una tasa de servicio por el uso de la gasolina. Ninguno de los dos modelos tiene mucho sentido en el mercado actual, ¿pero por qué no?”.
Según Werbach, un nuevo fabricante de coches eléctricos, Better Place, pretende vender sus coches a precios muy bajos. Su objetivo es obtener ingresos con la venta de las baterías nuevas, tal y como los fabricantes de impresoras ofrecen su producto a bajo coste y ponen la diferencia en los cartuchos de tinta. “Las personas piensan que todo esto es una locura. Sin embargo, si el coche formara parte de un servicio integrado, no hay por qué no asignar el precio de una o de otra forma”.
¿Pero qué hay realmente de nuevo aquí? A fin de cuentas, el concepto de “gratis” existe “probablemente desde los inicios de los negocios”, dice Z. John Zhang, profesor de Marketing de Wharton y autor de libros sobre estrategias de precios. “En el supermercado, ganamos muestras gratis de productos, después compramos una caja entera. Hay bares que permiten la entrada de mujeres, pero cobran la de los hombres. ‘Gratis’ es una de las palabras más poderosas del marketing. Realmente motiva a las personas. Si vemos un anuncio de ‘gratis’, aunque no estemos interesados en una determinada mercancía, la cogemos. Los profesionales de marketing aprovechan todas las oportunidades posibles para usar esa palabra”.
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